Un concierto popular nutrido de bandas locales, un buen escenario para hacerse ver, calidad de nivel local y algunas sorpresas muy gratas.
Entre el públio un chico gordo, rapado, con una pequeña cresta en medio de la cabeza y cara de intento de superioridad no paraba de llamar la atención. Se subía a la valla de seguridad y los seguritas le pedían amablemente que se bajara. Se volvía a subir y tenían que volver a pedirle que se bajara, en ocasiones se negaba y tenían que empujarle hacia abajo. Todo aderezado con continuos cortes de mangas y caras de desprecio que no sé si eran intencionadas o venían de serie.
El chaval no paraba de jugar con la paciencia de los seguritas, tirando si hacía falta la valla al suelo, llegando a un punto en el que se pasa de la euforia del concierto a molestar a los demás por lucimiento personal.
En un momento traspasó la valla y llegó al otro lado, mirando al público esperando su reconocimiento. Desgraciadamente la gente seguía a lo suyo y no le prestaron atención, le hicieron un zapping en toda su cara.
Pensaba que los seguritas perderían la paciencia y se lo llevarían a empujones, pero no es plan de crear mártires, así que le invitaron, demasiado amablemente, a salir por donde había entrado.
El nota seguía llamando la atención y los encargados de seguridad decidieron que no tenían por qué aguantar más a un aguafiestas, así que llamaron a la policía local para que lo apartara de esa zona y dejara de llamar la atención.
Cuando apareció la patrulla, el gallito empezó a caminar hacia atrás, alejándose de ellos, lo que hizo que saliera de mi interior un grito de "¡cobarde! ¡cobarde!". Tanto valor amedrentando a los seguritas, tanta gallardía y rebeldía pero cuando la cosa se pone seria se acabó el valor, rabo entre las patas y metemos la marcha atrás.
La policía y el chaval desaparecieron hacia un lado, y al momento se montó un corro entre el público. El chaval estaba tirado en el suelo, aparentemente inconsciente, y la policía mantenía un cerco para intentar reanimarlo.
La gente decía "qué brutalidad policial, lo han matado a porrazos" entonces pregunté "¿alguien ha visto algún porrazo?" Nadie lo había visto, lo que si vimos es que cuando se acercaba la policía, el chaval les recibía con los puños en plan boxeador. Los policías eran 5 o 6, por lo que no tendrían mayor problema para reducirlo, por lo que el uso de la porra creo que no era ni siquiera necesario. Pero en caso de haberlo habido, me parecería hasta justificado. ¿Para qué te enfrentas con los puños a una patrulla de policía? Tienes todas las de perder...
El chaval seguía tirado en el suelo. Algún sexto sentido me decía que aquello no era más que puro teatro. Apareció la Cruz Roja, tomando el pulso, reanimando. Le trajeron una silla de ruedas y, al intentar montarlo, el nota hacía como que se caía. Yo seguía en mis trece, puro teatro, y así se lo dije a mi amigo "verás que en cuanto se suba a la silla, nada más empiecen a empujarlo se levanta".
Se lo llevaron en la silla y el público empezó a aplaudir. ¿Aplaudir? ¿Por qué? ¿Qué ha hecho? ¿Joder a unos trabajadores que no tenían por qué aguantarle? ¿Entretener tontamente a una patrulla de la policía?. Y tal y como había predicho, la silla no había avanzado más de dos metros cuando el susodicho se levanta y alza los brazos poniendo los dedos en forma de cuernos. Lo sabía, puro teatro.
Mucha gente pensará "subirse o saltarse una valla no es para que esto acabe así". Efectivamente, y si esto acabó así no fue por subirse a una valla, fue por desobediencia a la autoridad. Cualquier heavy o punky con dos dedos de frente sabe que puede subirse a una valla, o incluso subirse al escenario, pero si cuando le llaman la atención y lo echan se va amablemente, no va a pasar nada. Si cuando la policía viene hacia ti te identificas y no haces nada más, no van ni siquiera a reducirte. Pero si recibes a una patrulla de policía a lo Poli Díaz y te resistes a que te desplacen, atente a las consecuencias.
Las reivindicaciones y llamadas de atención tienen su sentido cuando lo tienen. Estuve en el famoso Festimad en el que empezó a volar el techo. Había actuado Marilyn Manson y estábamos en primera fila esperando que comenzara Incubus cuando el techo se soltó por uno de los lados y el viento empezó a empujarlo. Una gruesa chapa de metal del tamaño de una pista de tenis estaba a punto de volar sobre nosotros y escacharnos. Se suspendió el concierto y no se dio ninguna justificación, no se avisó de si se reanudaría o no, fueron dos horas de desconcierto (des-concierto, nunca mejor dicho). Entonces comenzó el saqueo de las barras y se zarandeó un coche que estaba en un pedestal hasta tirarlo al suelo. ¿Está justificado? Pues más o menos, era una crítica a una organización que tenía a cientos de personas en vilo. Que habían visto peligrar su integridad, y que no tenían noticias por megafonía de lo que estaba sucediendo y de lo que sucedería. Un gran error que bien vale cobrarse el destrozo de un coche que no suponía ningún daño.
Así que nada, hoy nos queda el segundo día de Lebrancho Rock. Esperemos no tener que aguantar otra vez algo similar ya que, como siempre, el ambiente del Lebrancho es envidiable.
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