martes, 10 de marzo de 2009

Cruzarse con alguien

¿Hay algo más incómodo que cruzarse con alguien y pararse a hablar sin tener nada que decir?.

Cuando ves a algún conocido a lo lejos siguiendo el mismo trayecto que tú pero en sentido contrario tienes dos opciones. Esquivarlo (haciendo que no le has visto o cambiando de rumbo) o llegar a cruzarte con él.

En caso de que te cruces con él se dan varias circunstancias:
· La más fácil y que todos esperamos: Decir hasta luego y seguir de largo, o solo un golpecito de cabeza hacia arriba, como si quisiéramos tocar con el cráneo un techo invisible que hay 2 centímetros por encima nuestra.
· El mejor de los casos, en caso de que tengamos confianza con la persona: Parar, saludar, contarse algo, y seguir de largo.
· Y lo peor de todo: Pararse a hablar cuando no se tiene nada que decir.
Se acerca algún conocido, quizá años atrás mantenías alguna relación de amistad con él, érais compañeros de estudios o de oficio pero hace años que no sabéis nada el uno del otro.
Esa persona se acerca y hace la pregunta del millón. "¿Qué tal?" y tú dices la respuesta del billón. "Bien, ¿y tú?". Conversación completamente fructífera. Después os quedáis callados, mirándoos, sin saber qué decir.
Se puede salir por la tangente más común, la meteorología "Que frío hace ¿no?" o "Qué calor hace ¿no?". El otro te responde siguiendo la conversación con el entusiasmo de "Cuánto tiempo llevaba esperando el momento en el que me cruzara contigo para hablar de este asunto" Entonces alguno de los dos tiene que inventar la falsa prisa.
Oye me voy, que me están esperando.
Oye, que se me va la gente y los pierdo (y tus o sus amigos completamente parados a 5 metros de ti).
Y muchas veces, quizá en plan cortés viene la despedida "¡A ver si nos vemos!".
¿Para qué quieres volver a verme si ahora que has tenido la oportunidad no me has dicho nada?

El otro día me crucé con una amiga del instituto a la que no tenía nada que contarle, pero su salida fue muy original "A ver si nos vemos luego y hablamos".
Mira, queda bien, reconoce que en ese momento no tiene nada que decirme y luego, si se le ocurre algo, me lo contará, si no, quizá volvamos a cruzarnos y me diga "Qué frío ¿no?".

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