martes, 31 de marzo de 2009

Tecnología doméstica

El finde pasado volvía de fiesta. La ropa olía a tabaco por lo que la tendí para que se ventilara antes de lavarla (el tendedero está en un patio común y mi piso en una segunda planta). Al tender los pantalones veo como, de uno de los bolsillos, caen dos preservativos (sin usar, claro).
Uno de ellos acabó encima del toldo de la vecina, y el otro, en el suelo de su patio, entre su ropa tendida.

Quería recuperarlos, más que por mí, por ella, que no sé qué pensaría al encontrarse un preservativo en medio de su patio que no sabría de dónde había llegado. Pero no se me ocurría ninguna manera.

A la mañana siguiente, recién despertado y medio resacado, un croquis se me viene a la cabeza, ¡el invento perfecto para recuperarlos!.
Sólo hacía falta cuerda (que casualmente tenía), un objeto pequeño y pesado (fácil de encontrar), cinta adhesiva y un palo largo (el cepillo de barrer).

El croquis sería algo así:
Atamos el objeto (en este caso era un bote de cristal de paté lleno de agua para darle más peso) a la cuerda, y en su base ponemos cinta adhesiva formando un bucle, al estilo cinta de doble cara.
Con el palo de barrer conseguimos ajustar la longitud para llegar a donde se encuentre.

Como la señora se levantó antes que yo, el que estaba en su suelo ya no estaba, lo había recogido, pero seguía el del toldo, así que llamé a Mario para que me ayudara manejando el cepillo, y yo con la cuerda fuimos acercándonos hasta el condón hasta que, plof, deje caer el bote encima, se pegó a la cinta adhesiva, y recogí perfectamente trayéndolo conmigo.

Era como jugar a las grúas de la feria pero con la satisfacción de ser una creación casera.
Lástima que no se me hubiera ocurrido la noche anterior y poder así recuperar los dos.

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